El ladrón de almas

El ladrón de almas

jueves, 7 de junio de 2012

Reflexión I: "Hipocresía".

          Hace ya un tiempo atrás, escribí un pensamiento-reflexión sobre la hipocresía. Pero no como palabra en sí, sino como si fuese un término persona, una posible descripción de tantas de sus variantes.




1. Hipocresía:


         Hoy, tengo “el honor, el placer y la alegría” (ironía) de hablar en este post sobre algo que nos rodea en el día a día, a pesar de que queramos ponernos una opaca y negruzca venda en los ojos y decirnos que no. Vamos a dejar de mentirnos y de mentirles a los demás.
         La hipocresía creía, en principio –quizás en mi tierna infancia–, que provenía de aquellos seres humanos que son tus enemigos de “tapaillo”. Es decir, aquéllos que por no decirte que algo no les gusta –es decir, tú–, te dicen lo contrario y, luego, “rajan” de ti a sol y a sombra.
         Sin embargo, he aprendido que la palabra hipocresía... Perdón, perdón. Repito. Sin embargo, he aprendido que la palabra <<HIPOCRESÍA>> abarca fronteras más amplias e inmensurables de lo que imaginaba. Ya no solamente puede ser alguien que te tenga recelo por algo o te quiera hacer quedar mal –o ya quiera quedar bien ante ti–, sino que alcanza, remonta y se alza hasta a los más allegados y, a veces, en algunos casos y por desgracia, afecta hasta a la propia sangre.
              He descubierto que la verdadera hipocresía no va dirigida a los desconocidos –no, ¿para qué?–, sino que va dedicada a los conocidos.

         Según el diccionario que sostengo entre mis manos, dice así:
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Hipócrtita: (adj) Que finge lo que no es o lo que no siente. O también (sust.): falso, doble, farisaico... Antónimo de: SINCERO.
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         Pues eso... a mi entender, se queda muy corto ante ese ente, vil y rastrero, que está hecho el hipócrita por naturaleza.
        Hay quien dice: “una mentirijilla piadosa no es mala”. ¿Quién sabe en algunos casos?. La cuestión es que para el sujeto "fariseo" es su pan de cada día, su ropa, su misa, su biblia, su lengua y su TODO...
         Lo malo es que al espécimen del que hablamos no le va eso de la piedad. A veces, ni la amistad, ni la lealtad. Le “tira” más el CARPE DIEM. Así pues, dicho sujeto se desplaza hacia sus víctimas con una sonrisa, con normalidad y con soltura. Ya sean familiares, amigos o compañeros de instituto, de universidad, de trabajo... etcétera. Éste, a la cara, todo te lo expone de forma fresca, creíble... En general, el buen hipócrita es un actor envidiable y lo deja todo muy bonito. No obstante.... Cuando te volteas, debes proteger tu espalda o, una vez que acuerdes, tendrás diez cuchillos, cien dagas, mil espadas y millones de flechas incrustadas, desangrándote.
         También, otra cosa en la que suele entretenerse este ente es en pasar de ti cuando le requieres creyéndole amigo, claro está y en criticarte junto con otros de su misma calaña. Y, a poder ser, se despachan a gusto. A estos les concedo el grado 1º de mi ranking –ya que dentro de esta ralea hay subgrupos–.
         Luego, están seguidos de cerca por aquéllos que pululan alrededor de las broncas ajenas y solamente desean meter cizaña y llevarse bien con todos. Ser los guays del grupo.
         Por último, vienen los del tercer puesto –que no significa que por ello sean los menos dañinos. Este enjambre incluso puede llegar a lastimar más al sujeto opuesto, ya que éste confía en su palabra. Dicho grupito está formado por aquella gente que crees que te ayudará en todo. Ellos mismos te dicen que sí, que vale... Bla-bla-blá.

–¿No sabrán que hay formas de comprobar que
no lo han hecho y que las mentiras 
tienen las patas muy cortas?–

         Eso ya sin mentar que hay algunos que, cuando les dices que no quieres algo, van y lo hacen a lo grande, sin piedad, sin remordimiento y sin pensar en que te duele la boca de decirles y repetirles que NO. Sus respuestas, es decir, sus acciones a tus peticiones, suelen ser muy fáciles. En lo que pides un “sí” obtienes un “no”. Un “no” pasota, despreciable y asqueroso que se restriega en la cara como un tartazo de.... Vamos a dejarlo en merengue. Y, lo que ruegas como un “no”, te lo convierten en un... "eres nada y lo hago para jo..." Perdón. Digamos: "fastidiarte" con un “¡síííí!”.
         A éstos es difícil diferenciarlos de los primeros. Pero ahí van. Incluso a veces se mezclan u obtienen todos los rangos. ¡Guau! ¡El que lo tiene todo sí que puede considerarse un fariseo mayor! Ja, ja, ja... Ironía.


         Os animo a deteneros en frío y a pensar en las alabanzas de los que más os importan, pues lo demás debe darnos igual. Ahora... Esas palabras de esa gente a la que quieres, ¿son reales y sinceras? ¿De corazón? ¿Pelotilleras? ¿Hipócritas? Espero que resuenen en tu cabeza las dos primeras preguntas. Serás una persona con suerte.

         Yo, en mi mundo personal, tengo gente que me ayuda a construir la base de mi edificio con piedras, con cemento, con un pico, con una pala y con mucho sudor bajo el enhiesto sol. Se hallan ahí, a mi lado, ayudándome. Sin embargo, alrededor de estas bellas personas que me quieren con SINCERIDAD, pululan, entremezclándose a veces, una manada de fariseos de pluma de pavo real que callan cuando hablo y solamente permanecen ahí, andando, ignorando mis esfuerzos... No me dicen nada bueno. Pero sí me pretenden hacer daño.
           Sé que mi espalda lleva el peso de las cien dagas incrustadas en mi piel... Las yagas, aunque crean estos entes que no, escuecen en demasía.

“No hay nada glorioso, que no traiga algo nefasto.
No hay nada nefasto, que no te aporte un beneficio”
María del Pino.                             




         Mi pesar ha sido el dolor que me ha causado la ausencia de algunas personas, su falta, en algunos momentos mientras que mi cura, mi alivio, es y ha sido el hecho de saber que he quitado la venda que me oprimía en la sórdida ceguera del cariño y la buena fe, demostrándome así, quién es quién.

 
         Con estas palabras, quiero decir que al hipócrita, del hoy y del mañana, responderé durante un tiempo siguiéndole el “rollo”. Si acaso, dándole una oportunidad más si lo veo conveniente. Y a pesar de que ahí me halle, si no cambia, me desvaneceré y, pronto, muy pronto, ya no me verá. Sé que me engaña y que ya no le creeré más.


Lo máximo que obtendrá de mí
será una sonrisa vacía
y una mirada perdida.


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Por María del Pino Pozo.