El ladrón de almas

El ladrón de almas

jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Por qué Don Fernando?

          Hoy voy a contaros algo personal. Una cosita importante para mí que me ha ocurrido y quiero compartir con aquél/la que esté interesad@. No es otra cosa que volver a explicar (en versión extendida) el nombre de uno de los personajes más importantes de mis novelas: Don Fernando.

          Una vez hubo alguien que, tras enseñarle unos poemas con tan sólo 14 o 15 años, me dijo: "María, tú vales. Yo creo que algún día publicarás". Aunque lo dijo referente a dichas poesías, y nunca lo creí posible (pues incluso dejé la escritura aparcada), a los 23 años publiqué la novela que escribí con 22. Y esto ya lo dije el día de su presentación. Siempre he llevado a esta persona en mente: mi profesor de segundo de ESO, Fernando. Al año siguiente, desapareció, pasé de curso con un SOBRESALIENTE en Lengua y no lo volví a ver más.

          Él era un hombre que sabía dar las clases de forma entretenida y amena. Estudiar no era un tostón como siempre lo había sido para mí hasta ese momento. Con él encontré la luz en la escritura que tanto me gustaba, pues las frases con sus complementos, funciones y nexos, eran un juego de tetris más que otra cosa. Simplemente había que ir conectando las piezas en lo que inventé que era para mí. Hizo algo grande en mi persona. Y eso nunca lo supo...

           No obstante, habiendo publicado mi primera novela, no quise olvidarme de este gran ídolo mío de la Literatura y clavé en las páginas de mi libro su nombre y maestría en uno de mis personajes: Don Fernando, sabio hombre de letras y espadas. Cuando retomé la escritura, como tanto he dicho en posts y entrevistas, lo hice con la idea de hacer un poema como L. de Góngora, mas... con la inspiración de la profesora actual de Lengua, la del de Latín y la del de Historia añadida a la de mi antiguo profe Fernando, no podía escribir un simple poema, volcándome así, poco a poco, en una novela.


          A la hora de agradecer en las últimas páginas, pensé que aquel profesor jamás sabría lo mucho que significó para aquella pequeña adolescente, pero, ¿quién me podía decir a mí que algún día por un casual no pudiese ver mi libro y leerlo? Por eso, con ilusión, escribí las siguientes palabras: "a mi profesor Fernando de Lengua Castellana del IES Ángel de Saavedra, del cual no se nada, pero aún, después de tantos años, recuerdo sus bellas palabras respecto a mi escritura; ...".

         Pues he de decir, amig@os mí@s, que lo vi un día en el C.Inglés. Se me escapó por escasos segundos, ya que yo estaba ocupada hablando con un simpático empleado. Aunque me dio pena que se me escapara esa oportunidad (posiblemente única), seguí imaginando que algún día volveríamos a cruzarnos y... ese día llegó hoy. Lo vi caminando, venía de frente. No dudé un segundo en detenerlo(admito que prácticamente pareció un asalto a mano armada, y el arma, el propio libro ). No me imaginé que me reconociera, sin embargo, lo hizo. No hay mayor satisfacción que ésa. Saber que te recuerdan para bien (sobre todo con lo callada y tímida que he sido y soy).
          Estoy muy contenta porque he tenido el ilustrísimo honor de decirle (¡AL FIN!) lo que sus enseñanzas y él fueron para mí. Le conté que he publicado dos novelas en medio año, al igual que, he podido regalarle con todo mi cariño la que, gracias al destino, llevaba entre las manos.

         Profesores hay muchos. Unos nos han marcado, marcan o marcarán por buenos o simpáticos que son, serán o fueron, por malos, por aquél imposible de aprobar, por el que nos tiene, tenía o tendrán una insaciable manía (esas cosas son recíprocas aunque el alumno lo desmienta), por el que no se explica bien o por el que hace "la nada" o manda demasiados deberes.
         Así pues, quiero decir una cosa. A ése que me metió en el buen camino de lo que realmente me gusta hacer desde niña y que vio dentro de mí lo que los demás no.... ¡¡ NO LO OLVIDARÉ !!.
Gracias, Fernando.


         He tenido el honor que cruzarme con dos Fernandos amables, hombres de letras y de coraje. Tan valerosos como mi "Don Fernando de Santiago". Con esto espero que hayáis comprendido por qué elegí dicho nombre para ese sabio guerrero que cerrará mi trilogía.
         Espero y deseo que tanto mi antiguo profesor Fernando, como Fernando Molero (escritor, secretario de mi instituto y, por fortuna, amigo), triunfen y vivan plácidamente en la vida.


         Me despido sintiéndome dichosa por al fin haber podido decirle lo que pensaba.


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Por María del Pino.