El ladrón de almas

El ladrón de almas

sábado, 5 de noviembre de 2011

"Niño que sufre", de María del Pino.

          Hoy os dejaré un poema que escribí con unos catorce o quince años (una niña, vamos...) y que leí el día de la presentación de mi segunda novela "Artemis. El origen del Mal". 

No es el mejor poema del mundo, pero lo hice con mucho cariño.

Espero que os guste...
"Niño que llora



Niño que llora es niño que sufre,
sufre cuando llega su padre,
llega gritando y pegando voces
tan crueles como atroces.
Primero escucha a su madre,
luego un fuerte golpe.
El niño llorando permanece
mientras el padre de ella no se compadece.
Un silencio denota que va acabando,
pues el llanto de ella ha ido cesando.

El temeroso niño espera y espera
a que su madre se acurruque a su vera,
como todas las noches que él borracho llega.

Se escucha la puerta,
y el niño se inquieta.
No son los pasos de quien adora,
por lo que el niño tiembla y llora.
Se esconde bajo la cama para que no lo encuentre,
pero éste lo saca vilmente.

Pide por su madre,
sin embargo, el padre,
le dice, mientras le pega, que deje de llorar,
que cese o lo va a matar.
Entonces, cuando ya le termina de golpear,
al fin, la casa se digna a abandonar.

«Mamá, ¿dónde estás?»
Con su carita llena de sangre la va a buscar
pensando dónde estará su mamá.

El niño la busca llorando,
y cansadito va caminando.
Se desespera porque no la encuentra,
se desespera allá donde entra.
Bajando las escaleras, en la barandilla,
ve algo rojo, un rojo desagradable.
Entonces, en la cocina, encuentra a su madre.

«¡Mamá, mamá!»
Ella no contesta a su llamada incesante,
y, encima, ve a su lado un objeto pinchante.
«¡Mamá, ya te puedes levantar! ¡Él se fue!
Ya estamos a salvo, ¡levántate!»
El pobre niño le da la vuelta a su madre,
y con sus manitas en la cara,
descubre que tiene mucha sangre.

Más y más llora,
pues no despierta quién adora.

Por su tierna inocencia
no sabe el grado de esa violencia.
No le hace ver que ella está muerta
y aterrado está de que se abra la puerta.

«¡Mamá, mamá, despierta antes de que llegue el día!
¡Despierta y lléname con tu alegría!»

La puerta al fin se abre
y siente miedo por su madre,
pues puede él llegar
y a su mami volver a pegar.

Lleva horas junto a ella, llorando,
mientras que con sus manitas la está abrazando.
Quiere esconderse,
siente mucho miedo,
pero por su tierna madre,
saca fuerzas para enfrentar a su padre.
¡Qué milagro! Es su vecina
que lentamente se dirige a la cocina.

Al escuchar los gritos de anoche
vendría con su llave a echar el reproche:
«Denuncia, mujer. Debes largarte,
o cualquier día va a matarte»
Pero esa fatídica mañana descubriría,
que ya su consejo no valdría.
Pues con las manos en la cabeza,
al verla, se pone a llorar con fuerza.
El niño le explica que su madre no despierta.
Le pide ayuda.

Ella lo acaricia suavemente
y le explica algo que no cabe en su pequeña mente.
Le dice que está muerta,
que ya no despertará,
que ahora, tal vez, en el paraíso se hallará.

El niño, derrumbado, llora,
y al cielo con las palmas por ella implora.
La herida que le ha hecho es grave,
pero para él, la más intolerable,
la que nunca olvidará
y jamás perdonará
a ese cruel hombre llamado “padre”
es haberle quitado a su madre.



María del Pino Pozo.






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NOTA: Todo lo que escribo tiene derechos de autor.

Por María del Pino.